Nunca te escribí
No hacía falta decirte nada. Yo necesitaba que me enseñaras a abrazar y a tocar. Entonces callaba, correspondía con gestos, o casi parecía que no lo hacía, dejándome amar. Aquel día me fui al mercado, juntando pensamientos como quien junta las hierbas para un guisado… algo a fuego lento, pero intenso, que calienta el cuerpo cuando hace frío. Un tarkary bien picante, perfumado, caliente, reconfortante, como tu abrazo al dormir.








